Tomarle el tiempo al semáforo
Ni mucho que queme al Santo, ni tanto que no lo alumbre. Lo difícil que es tomarle a la vida el tiempo justo.
En la rotonda principal antes de llegar a casa ha aparecido un nuevo personaje.
Se llama Joel, se lo pone en la playera de tirantes a la altura del corazón cual gafete de supermercado. La playera, en otros tiempos blanca, le sirve para secarse el sudor de las manos antes de empezar su espectáculo.
Lanza cuatro clavas: azul, amarilla, blanca y una que no distingo si es roja, o naranja por las horas al sol.
El día está nublado, yo llevo suéter y lo observo desde mi cuarto puesto en la fila de carros. Joel atrapa todos la primera vez, mis ojos van de arriba hacia abajo, los de Joel se quedan fijos en el cielo, puede que confíe en sus manos, puede que todo lo contrario.
En el segundo lanzamiento la clava azul se escapa de su agarre y rueda hacia los pies de uno de los autos. Joel se limpia las manos en la playera, no recoge la clava así que continúa el acto con las otras tres.
Ya se ha puesto nervioso, lanza miraditas a los conductores de la primera fila.
La clava amarilla cae al suelo, no puedo escucharla por la distancia. Joel no maldice, se muerte los labios y esta vez se agacha a recogerla, no toma la azul.
Sigue con el acto, la amarilla parece ser una rebelde pues cae de nuevo fuera del show, yo me llevo las manos a la cara cuando veo que el semáforo cambia.
—¡No te ha dado tiempo! —digo como si pudiera oírme.
Joel recoge rápido la clava azul cuando el conductor le pita. Sacude la cabeza y agradece a la camioneta blanca, segunda en la fila, que le permita volver a la seguridad de la rotonda.
—Le falta medir el tiempo —me dice mi hermano cuando acelera—, se ve que es nuevo.
—Tiene que contar cuanto dura y mitad show, mitad andar entre los coches —coincido.
Y en el trayecto que queda pienso…
Ojalá todo fuera como tomar el tiempo a un semáforo.
Un semáforo tiene el tiempo marcado, tienes un total incluso con advertencia marcada a colores.
Puedes saber, con un vistazo, si aún tienes espacio para continuar, si lo mejor es apurarte o el tiempo se ha acabado y toca retirarse.
Andar en la vida es todo una balanza con el tiempo de un lado y todo lo demás del otro, en absoluta incertidumbre de cuánto es ese tiempo.
¿Tomamos el total con los años que, asumimos, viviremos?
¿Y si el reloj biológico apremia?
¿Y si hay “cierta edad” para algo? ¿Y si ya se me ha pasado?
Ansiedad. Las malditas decisiones que te ponen en el cruce de caminos, que te hacen sentir cobarde, torpe, malo.
No hablemos de años si no quieres. Pensemos en años sin edad. ¿Cuántos años dedicarse a algo antes de pensar en renunciar?
Relaciones, proyectos, metas.
No lo sabes. No sabemos cuánto es mucho y cuánto es poco. ¿Cuándo quemamos al Santo y cuándo lo dejamos sin luz?
Es un ir a ciegas, tentando el terreno con todo oscuro. ¿Dónde está la luz roja o la amarilla?
Va, tampoco pensemos en años. Pensemos en momentos. El momento adecuado, el desfasado, el que llega antes o después.
Pequeña anécdota_ En 2020 fue el boom de los pódcast gracias a la pandemia, miles de personas conocieron el formato y empezaron a consumir horas y horas de audio.
En 2020 yo ya hacía pódcast, la ola de nuevos escuchas me ayudó muchísimo, fue estar en el momento correcto, fue el tiempo perfecto.
No así los comentarios que apenas este día llegan a Spotify, años después de cuando los necesitábamos para hacer comunidad en el mismo pódcast y no desperdigar nuestra audiencia a redes sociales.
Bad timing, girl.
Me ha tocado estar un poco antes y no soportar para cuando la ola viniera, porque a ciegas, ¿Cuándo sabes si esa ola vendrá?
En 2020 intenté publicar dos historias distintas con el tema de reencarnación y transmigración en novelas BL y BG.
En esa época las novelas de isekai y danmei aún no eran casi desconocidas de este lado del charco, así como los pódcast en 2018, decir que mi novela iba de transmigración era inventar un nuevo idioma.
Las cifras fueron desalentadoras:
A diferencia de mi programa de audio, aquí desistí y quité el dedo del renglón dejando aquellas tres historias abandonadas.
No sabía si llegaría su momento. Y cuando llegó, yo ya estaba lejos, espero que no lo suficiente para perderlo.
Me había adelantado a algo, como muchas otras veces, para bien o para mal. Lo tomo como virtud, pero no siempre sale bien.
¿Cómo averiguar cuánto dura el semáforo?
¿Depende de la estabilidad mental, la económica, la pura fe y pasión por el proyecto?
Ojalá los amarillos no sean siempre colapsos emocionales.
Ojalá no siempre los rojos sean el quiebre de las ilusiones, de la esperanza.
Ojalá haya más luces verdes para todos esos proyectos, esas relaciones, esos momentos, a los que, algún día, les llegue su buen tiempo.
En mi experiencia, creo que ya he dejado de temerle al semáforo rojo porque aprendí a verlo desde otro modo. Ahora ese color es mi momento para descansar, recargar baterías y prepararme para el cambio a verde. Cuando he estado en full verde por mucho tiempo, atrapada en una carrera que yo misma me invento, siento que ya no conduzco mi vida como me gusta, esforzándome solo por producir y cumplir, y no por disfrutar el viaje. Ahora cada vez que visualizo un amarillo, bajo la marcha y comienzo a relajarme. Quizás es algo muy diferente a saber en qué momento empezar a hacer algo porque el timing es "perfecto". Yo creo que debemos empezar cuando sea que esas ideas, proyectos o relaciones lleguen a nosotros y hacer los ajustes de velocidad sobre la marcha. Eso me ha traído mucha paz y sentimientos de realización.
Creo que con la edad me he dado cuenta que es abrumador "el tiempo justo" como bien dices. Pasa que te cuestionas diez veces al día si ya se te fue el tren en x o z cosa, o que si aún falta para que llegue tú momento y que de tanto pensarlo no reconocerlo sabremos. Estoy a punto de llegar a mis 32 y aún no sé como medirle el tiempo al semáforo, quizás algo he aprendido pero parece que aún no es el tiempo perfecto para que se note.
Un abrazo fuerte Gavi