Las once y cincuenta de la noche es la hora de los sucios y flojos. La hora en la que engañamos al cuerpo, al cerebro y a la sociedad.
Si te metes a bañar antes de las doce de la noche, al salir fresco como una lechuga perfumada, habrás recibido el baño del día anterior y del siguiente. Touché.
Pues en esas andaba yo anoche, con más sueño que pensamiento estratégico cuando descubrí que, otra vez, la regadera me jugaba en contra.
La primera vez fue días atrás cuando el tanque de gas amenazó con acabarse y las compañías de LP anunciaban al mismo tiempo un desabasto general del combustible así que recomendaban agendar con anticipación.
No hay mayor anticipación que el quedarte con el tanque en números rojos.
Aún así tres días después el suministro de mi casa seguía de pie, como un valiente, incluso cuando alguien decidió poner a fuego alto cuatro horas seguidas la carne de res para un buen caldo.
Estás viendo el temblor y no hincas, hermano.
Por supuesto, el domingo cuando me dispongo a bañarme antes de ir a hacer mis mandados, el agua sale más fría que culo de mandril y me toca aplicar el baile de brincos y entradas y salidas debajo del chorro de agua para poder salir al mundo como lechuga helada pero limpia.
Ahora, a saber por qué, me he metido al agua y he quedado a medias. Espuma hasta en los ojos, cuerpo apenas en proceso de enjabonamiento y un chorrito de agua que se ha ido afinando hasta ser más delgado que hilo para dientes.
Estoy parada en el centro de la regadera, titiritando, tomo al toro por los cuernos y abro toda el agua fría para exponerme a la pulmonía del año cuando pienso que últimamente lo mío es quedarme a medias.
El punto medio, decía Aristóteles, es el punto virtuoso. No es el extremo de nada, no es la cobardía del pusilánime ni la temeridad de los locos.
Es, en términos de productividad, el más vale hecho que perfecto.
Últimamente coqueteo con el mantra más de lo que me gustaría, a modo de contrarrestar el ansiedad que viene del querer controlar todo y que ese todo sea, en percepción distorsionada de la realidad, perfecto.
Pero hay una abisal diferencia entre pasar de 0 a 100 y quedarte en el 70 como punto medio, como mantra de más vale hecho que perfecto; y pasar del 100 al 50.
Sabes lo que es bañarte con la capacidad total de la regadera.
Sabes lo que es dar un beso de lengua en el que te recorran cada recoveco.
Sabes la sazón de ese caldo de res con 5 horas de cocción.
Y sabes lo que es pasar de 100 al 50 o menos cuando el boiler, el gas o las tuberías te meten el pie. La frustración viene precisamente de eso, de conocer el todo y luego tener la mitad.
No puede doler lo que no sabes que no tienes, pero lo que pierdes, lo que pierdes te retuerce las tripas.
Llevo meses con la mitad de la lengua dormida.
No siento todos los sabores, no siento los besos, no siento el calor ni las mordidas que me tienen allagada la boca. Esta noche soñé que, por error, tiraba de un poco de papel en mi lengua que se traía consigo, pegado detrás, toda la primera capa de mi piel. Las papilas gustativas como poros erizados en la tela que colgaba de mi boca.
Parestesia se llama.
Secuela de la retirada de las cuatro muelas de juicio, que ya de por sí fueron una experiencia dolorosa ahora resulta que me han dejado este recuerdito que puede durar hasta un año.
Los primeros meses el pensamiento positivo me decía: “Pasará dentro de poco”.
Ahí aún pensaba que era consecuencia de la anestesia. Pero luego de meses por fin me digné a googlearlo para descubrir que no era la anestesia sino un pequeño daño en los nervios de la mandíbula.
Con razón duele de vez en vez.
Curioso '¿No crees?
No siento la comida, ni las caricias, ni el sabor de la piel. Pero el cosquilleo eléctrico, los calambres y el dolor sí que resaltan como bengalas en mi boca.
Mis respuestas a últimas fechas sobre lo que me parece el nuevo restaurante o un regalo gastronómico, amén de la mentira, se dilapidan en: meh.
¿Cómo estuvo?… Meh.
¿Te gustó?… Meh.
¿Estaba dulce, salado, horrible, delicioso? Meh.
Tres putas tristes letras.
Qué desabrido. Qué desazón. Qué falta de corazón en la boca.
Estas de vuelta!! Qué alegría poder volver a leerte y tremenda habilidad para comparar lo triste y frustrante que es perder algo que conoces y tenías al alcance pero de un momento a otro se ha ido, siento que lo puedo aplicar en varias cosas, pero en tu caso espero que vuelva pronto. Saluditos<3